29 septiembre 2012

Lectus

Hablar portugués es tan difícil como hablar alemán (me pregunto si de esto que voy a decir a continuación se excluye al finlandés o al chino). Hablarlos, no entenderlos. Cada vez me convenzo más de que para poder entender el alemán hace falta hablarlo, mientras que cualquier hablante del español, haciendo un mínimo de esfuerzo es capaz de entender el portugués. Pero hablar un idioma, por más cercano que esté al castellano, exige poner al cerebro in mood de la lengua que se va a hablar. En cambio, para muchos de nosotros entender el portugués es solamente ponerles extensiones a nuestro propio castellano. Es decir: se aprende usted tres reglas fonéticas y ya ganó el 90% del vocabulario: donde va la 'ch' en español va un 't' latina y el portugués hace metátesis para compensar la 'c' perdida del latín... y ya lo tiene. 

Lectus (latín) -> Letto (italiano) -> Leito (portugués) -> Lecho (español)

Entonces seamos honestos: nunca me he puesto a aprender ni francés ni portugués. Por eso hasta la fecha me suenan como un español muy bonito. Así nomás. En cambio traté de aprender italiano en la prepa, inglés, hebreo y ahora alemán. El hebreo es el que más he olvidado, el italiano no tanto porque es muy fácil encontrárselo en todos lados. Y el alemán está todavía suficientemente fresco como para no angustiarse: volvamos a los cursitos de la Deutsche Welle y tratemos de leer artículos. Con eso lo mantenemos en lo que volvemos a él.

Y es que, luego de aprender griego, el alemán resulta hermosísimo. La componedera de palabras que perdió el latín romanceado, lo conserva el alemán muy vivo. Y con cualquier idioma (bien dijo Ely el otro día) en cuanto uno comienza a agarrarle la onda, se emociona y como que se sumerge en él. El alemán, además, tiene una fonética mágica para mí: sirve para susurrar, y suena a susurros, y sirve para gritar, y entonces suena a gritos. En el fondo, Los hombres por naturaleza desean aprender idiomas, porque es como ponerse otros ojos, más ojos, muchos ojos... 

Tener más de una lengua materna es un misterio que siempre soñaré. Se me figura que es como poder respirar dentro del agua también. Cuando era niña eso soñaba seguido: que entraba al océano y que podía respirar dentro de él, y era conciente del prodigio. ¿Será como tener una mente más grande, con ojos verdaderos y no sólo con lentillas? Ya les preguntaré a ellos, que tantas lenguas conocen. 

Al final de Matadero cinco, el protagonista se encuentra a una pareja de polacos que entre los dos hablaban más de nueve idiomas. Y ya dejo de escribir aquí que la tesis me llama. Ya mero, ya mero...

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