28 septiembre 2012

O leito de Procusto

–Entiendo casi todo, pero hay algo que no tiene sentido... mira "leito de procusto"

–No... el diccionario no trae nada de Procusto (leito es lecho: cama, pues). Pues no... pinche Google Translator, dice "cama de procusto"... a ver qué dice Google... jajaja... jajajaja... JAJAJAJA... ¡escucha nada más!


Procusto es un personaje mitológico medio sádico. Tenía algo así como un hostal donde invitaba a los viajeros a dormir. Ahí tenía una cama: si el viajero era más pequeño que la cama, lo alargaba y descoyunturaba. Si era demasiado largo, con hachas le cortaba los pies, brazos y cabeza para que cupiera en la cama. Lo hacía adrede: la cama era ajustable... o desajustable, como quieran verlo. Entonces llega Teseo y le invierte el juego: a hachazo limpio le corta la cabeza, patas y brazos. Justo, pues. 



–Eso no estaba en portugués ¡estaba en helenístico! jajajajajaja
–Jajajaja ¿Y tú a quién quieres meter al leito de Procusto?
–¡jajajaja!

Pero ya no sonreía en realidad. Una muy griega y amarga anagnórisis me golpeó la nuca. Mi alma es un lecho de Procusto, que jamás encontrará lo que busca. Se me ocurrió que Freud falló al no usar también el complejo de la cama de Procusto para describir la naturaleza del autosabotaje. Yo espero a mi Teseo que venga y termine con ese monstruo interior que, noche tras noche, macera mi cabeza, piernas y brazos, para que quepa donde jamás entraré...

Y, obviamente, no sólo a mi se me ha ocurrido tal cosa:

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