30 diciembre 2012

El año de los spiritus y la vela

1.- Este fue, en muchos sentidos, el año de ya saben quién (sí, tú, ya sabes quién eres. O al menos no pierdo la esperanza de que no dejes de venir a leerme. De que te alcancen mis palabras como únicos brazos capaces de asirte. Que tu voluntad se deje abrazar, que busquen tus ojos a mis pensamientos, en letras claras y fondo negro, y se dejen abrazar. Quisiera acerarme a ti, un poco más, un poco algo, y, como con los gatos, que mis caricias encuentren respuesta... aunque no sea la de tu masa y tu cuerpo. Aunque no sean sino puros spiritus. Mi palabrita latina es el signum para invocarte ¿la entiendes?). Y en estos últimos días cuido mucho de administrar la esperanza, que es como una llama pequeñita, de una vela, y que no se apaga. No quiero incendiarme con ella porque le tengo pavor a las quemaduras. Y sé que el mío es amor imposible, o debería serlo, y que toda realización sería muy dolorosa. O simplemente soy muy cobarde. Pero tampoco puedo dejar que se apague, porque tu llama es cálida y me mantuvo con vida. Eres como el fuego de las Vestales que mantuvo a Roma eterna y erguida. Y eres bueno, de alma amplia y generosa, y de ternura infinita. Y sabes, con tus grandísimas manos, proteger esa llamita y mantenerme sonriente. Y fuiste la curación y eres la salud. 

2.- Y este año no se acabó el mundo, y al menos el asesor otra vez me dirige la palabra (bueno, no es que me la haya dejado de dirigir... ni la tesis tampoco, pero yo como buena milenarista, hacía ya que  todo estaba hecho trizas). Y no se acabó el mundo y estoy tranquila, aunque aún no sé que pase el año que entra (y heme aquí, como siempre, adelantando vísperas). Y heme aquí, que no sé qué decisión tomar, ni hacia dónde mirar, ni si tengo tiempo, ni si no lo tengo. Pero si no se acabó el mundo, será porque queda tiempo. Y pues las cosas no se acaban hasta que se acaban y... yo siempre adelantando vísperas... 

3.- Y la música del año fue la Obertura 1812. Y el libro del año La insoportable levedad del ser. Y el evento del año... no sé. Quizás un viaje a Cuernavaca... se lo disputa el haber entrado a trabajar de Community Manager. Y la tristeza del año, la muerte de Chupacabras. Y el gato del año, pues Vasili que llegó para quedarse. Y el susto del año, la muerte de la Mac. Y el libro del año (en cuanto objeto), pues el carísimo De homine

4.- Pero quizás este año, que fue el año de como la cigarra, un año bajo la tierra, fue el de esta foto. Comencé este año muy, pero muy deprimida. Mi casa era un verdadero basurero, y yo pasaba días, no sólo sin bañarme (y temo que varios se hayan dado cuenta), sino sin salir de casa... a veces sin comer. Pero aún no comprendo qué fue exactamente lo que pasó. Simplemente salí al Walmart y compré esta vela... la prendí y ¡vaya! ¡ahora lo recuerdo al fin! ¡Por qué este año he estado buscando cremas y jabones y perfumitos olor lavanda! Pues porque la vela, que me gustó por morada, era de lavanda. Y la prendí, y se acabó la vela pero la llama sigue encendida. 

Este fue, pues, el año de los spiritus y la vela. Me preguntaste (ahora te hablo a tí, referencia designada por Valerio) que qué era eso de spiritualis porque, asumo que como siempre, no me paraba la boca y hablaba hasta por los codos sin detenerme, y tuve que detenerme y razonar que pues sí, que tenía que explicar: "¡spiritus! es la traducción latina de πνεύμα!"  Y es que le dediqué la mitad del año a ese tema en Alberto. Pero tuve que detenerlo todo, porque si no, no habría acabado jamás, aunque ahorita mientras corrijo, creo que al final sí servirá de algo ese año leyendo De visu de Alberto, el haber entendido aquello de la forma resultante in speculo, de los espejos animados... y el esse spirituale y los spiritus animales que abstraen la intentio del calor la cual, informa de la presencia de lo caliente, pero no calienta. Y claro, como siempre, el asesor siempre tuvo la razón y debí dejar las cosas del tamaño que estaban... pero al menos, quedarán pequeñas, pero inteligibles... espero. 

Y fue el año de la vela. Esta:



Y por ahora no hay mucho más que decir. Guardar silencio, quizás. Mirar las llamas que sobreviven a ventarrones y lluvias y todo eso. Esperar con paciencia a la musa. Esperar que el guía no desespere. Esperar. Y seguir adelante. O, como decía mi abuelita: rezando y con el mazo dando. Y ya.

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