19 febrero 2013

El Soundtrack de mi vida

Extraña esta época de mi vida donde, cuando me pongo a escuchar música, toda me evoca algún momento de esos en que andaba crushiada por diferentes y crushísticos amores. Y ando en la calle, escuchando mi musiquita, y se me alborota un poquito el corazón de la memoria desde los quince hasta los treinta años. Y no sólo me refiero a hombres o cosas así, sino, por ejemplo, a cuando me fui a vivir sola y escuchaba Miranda!, o cuando cambié el tema de maestría y oía La fée clochette del disco de Putumayo (porque estaba aprendiendo a leer francés para entenderle a un artículo de Alain de Libera), o escuchaba mucha música en portugués y acababa de entrar al IIFs, o estaba empeñada en aprender alemán para leer de primera mano a Anzulewicz y oía a Rammstein –cuya virtud máxima es la sencillez de la letra y la fonética impostada que lo hace fácil al oído hispano. O cuando finalmente tomé la decisión de salir de la depre –que no bastaba con la decisión, pero era paso necesario– y escuchaba a Desden Dolls, o cuando tenía 16 y me sentía capaz de comerme al mundo, pero el chico al que amaba yo y que tocaba la guitarra, amaba a otra chica, y yo iba escuchando La mia storia fra le ditta. O escuchaba como enajenada a Shakira mientras terminaba la tesis de licenciatura.

Estos son los días de Regina Spektor. Y son los días donde todo se ve a la vez muy prometedor pero a la vez muy negro. Son los días en que, por un lado, amo amar lo que tengo: a los gatitos, y a mi mamá, y a mis amigos. Pero son también unos días donde extraño terriblemente ese raro estado de ilusión cuando creí poder tocar el cielo con las manos, y todo ello venía en un alemán y un portugués que jamás les había escuchado a aquellas sustancias sensibles que los evocaban y que eran especie e intentio de ello.  

Estos son los días donde escribo en el blog mis intrascendencias diarias. Estos son los días en que ando on my own y que siento como si me faltara algo: justo porque nada me falta. Siento como si anduviera con una oquedad en medio del pecho, como si hubiera olvidado de qué modo se meten esperanzas e ilusiones ahí. Como si hubiera envejecido.Y a pesar de mi tan cacareada ataraxia, se que todo es una angustia callada para poder seguir dando un pasito detrás de otro. Y sé que todo es quererme echar a los brazos de alguien que se haga cargo de todo, y seguir dando un pasito tras otro para no sucumbir. 

Y entonces, para seguir dando pasitos, sólo recuerdo a Memo, ese día que me trajo a mi casa y yo estaba anegada en lágrimas porque estaba muy asustada.Y vio mi casa echa un desastre, y me vio asustada y sin dormir. Y me dijo: uno siente que ya no puede, que todo está mal, muy mal. Pero luego todo se soluciona, y pasan esos días. Y todo mejora.

Y me aferro a esa esperanza, no tan brillante y suave como la de los días de los ojos cafés con algunas chispas verdes... de jacarandas estallando por todos lados y la luz oblicua, de los salones de posgrado, dibujando su perfil perfecto. Pero, quiero que quede claro, su belleza era species de otra cosa, de otra belleza. Y nunca mejor se entendió a Diótima explicando cómo se siente el hormigueo y el repiqueteo de las alas que quieren salir y llegar al Topus Uranus

Eran los días en que las alas querían nacer. Hoy son los días en que estoy terminando de limpiarlas, a ver si pueden volar todavía... 

Pero gané un par de alas... y su música es Regina Spektor...


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