26 marzo 2013

Primavera te espera...

Hay un determinado y preciso momento cuando dos vasitos de Baileys, un poquito de Beethoven, la imagen del chico que se parece al Tío Horacio en las fotos de cuando era joven, y un cigarro, hacen que el acto de quitarse los calcetines sea una invitación sensual hacia ninguna promesa ni cumplimiento alguno. Llamémosle el efecto primavera. 

Es eso ¿saben? el rulo que parecía encanecido. Pero por supuesto lo central es que las canas tuvieran forma de rulo. Un pequeño remolino gris dentro de un bosque castaño y suave. Y la piel blanquísima y, por supuesto, el acento. Eso, ese es el problema, forever and ever... o quizás no, aunque estadísticamente definitivamente sí. O no, simplemente es coincidencia. El caso es que así fue. Y así no había sido antes... aunque antes de antes definitivamente sí fue así... creo que también era época de jacarandas, y... y una noche en Coyoacán. Y también aquella vez me quedé suspirando. Pero entonces no había remolino blanco. Y no sólo no lo había, sino que entonces se encontraba presente el otro joven, aquél que obnubilaba cualquier otra presencia posible. Y era de noche, y el empredrado coyoacanense brillaba y... 

Y fue la noche y fue la mañana, día uno de la primavera.

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