08 agosto 2013

Un pasón de madalenas

—¿Qué es lo que quieres?

Cómo contestarle... no podía. No pude. Al ver mi desasosiego, me dijo nada más:

Tienes que decidir o... o mejor dicho averiguar qué es lo que quieres. Y si es posible, intentarlo. Y si es imposible, llorarlo. Y luego seguir con tu vida. Pero ¿qué es lo que quieres?

Una lágrima alcanzó a rodar, redonda, por mi mejilla. Me crucé de brazos, me abracé y le musité, quedito:

—No sé.

Sí, sí sabes, —me contestó— sí sabes. 

—¿Y si lo que quiero es imposible?

—Pues no te quedará más que llorarlo... e irlo a enterrar después.


***


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Quiero... quiero estar entre tus brazos, mientras leo un libro y me ayudas a entender y a pronunciar sus palabras. Quiero habitar tu plexo solar, vivir en tu corazón, que estalle mi cabello sobre tus brazos, antebrazos y hombros. Y luego quiero poner mi oreja en tu pecho, en el esternón, y mientras oigo tu corazón y los pulmones que se llenan y vacían, quiero contarte de un cuento que escribí, donde el personaje viaja en tren (en un tren verde) dentro de un cuadro de José María Velasco, que tiene el cabello rizado como el tuyo –mientras te acaricio los rizos— y se dedica a investigar y descubrir misterios. Y que tú sólo te rías quedito y me digas ah ¿sí? ¿y cómo se llama? ¿se llama como yo? y yo te diga que no, que tiene un nombre más bonito porque se lo inventé yo. Y si me preguntas si tu nombre no me gusta, te diría que estás loco, que claro que me gusta, que lo musito quedito, que lo repito y lo repito. Que te invoco mucho, mucho, entre las sábanas o cuando te veo que te fuiste, cuando te veo que te estás yendo, cuando te veo que te vas a ir, cuando me dejas de mirar y entonces profiero tu nombre como si le amarrara un hilo al ojal de tu camisa y, mientras te alejas, te descoses, y te quedas prendido de mi boca, y de la punta de mi lengua vibrante alveolar múltiple. Quiero quiero decirte tonteras y hacerte reír... y que mientras me escuchas me acaricies el cabello. 

Eso quiero.






1 comentario:

Sergio Rubén dijo...

¡Santo padre Freud! Pero bueno, ahí tienes una pista y muy buena.

BESOTES