13 abril 2015

What time is it?

What time is it?

No se me ocurre nada. Hace rato que quisiera que se me ocurrieran cosas, o cuentos... pero nada. A veces me asusto y creo que jamás volveré a escribir; pero lo que se llama escribir. Cuentos, o cosas por el estilo. Todo lo demás no es escribir. Quizás S. tiene razón y en español nos faltan muchas palabras –las que sí tiene el alemán y, por supuesto, el griego. Así como en latín tienen tantos verbos para conocer y saber, así faltan en español verbos para escribir una carta, un reporte, una tesis... un cuento. I want to be a storyteller

Y no es la primera vez que quedo sumida en un largo silencio. O aquella vez me pareció muy largo. Entonces abrí el blog y comencé a escribir de nuevo. No todo lo escribía en el blog, aunque ahora no puedo mas que escribir en él. 

A veces pienso que se me están acortando las ideas porque en cinco años mis neuronas se van a acabar de consumir. Es posible. También que creo que mi vida será todavía así de larga ¡cinco años! Quizás sea el año que entra, o dentro de dos. Quién sabe. Pero ahora simplemente me cuesta más trabajo leer que antes, pensar, poner atención... escribir una historia larga. 

Lo que me gusta de escribir cuentos es que me meto en ese universo. Me encariño con los personajes, me absorben toda la afectividad. Digo, no sería un mal precio por pagar el tener desplazada la afectividad entera si lo que escribo me diera de comer, por ejemplo. O me resguardara una nube en el mundo de los escritores eternos –aunque en esta vida de todos modos muriera pobre y sola. ¿Qué más daría?

Ahora mi vida es muy básica. Trato de bajar de peso, de hacer ejercicio. Estoy en esa parte bonita de las investigaciones donde todo es nuevo y descubrimiento. Trato, como los personajes de Momo antes de la llegada de los hombres grises, de no mirar el reloj. Pero a estas alturas me cuesta mucho, muchísimo trabajo. Trato de no mirar el reloj mientras me introduzco en mundos ya bastante explorados. 

Lo último fue encontrar la reconstrucción de la historia de Analíticos Posteriores en el siglo XIII. Hubo muchas sorpresas. La primera, es que ese texto jamás se perdió en el occidente latino, pero que las traducciones eran más o menos malas. Otra, que fue Roberto Grosseteste, el polímata científico, quién lo recuperó. El mismo Grosseteste del que la señorita X. quería hacer su tesis, y que resultó mil veces más interesante que las cosas que le interesan a la señorita X. Bueno ¿y qué se yo qué tan interesantes puedan ser las cosas que le muevan a ella el corazón? Al menos conocí una, y espero que Grosseteste resulte menos patán que aquél otro vínculo que la señorita X y yo compartimos. 

Otra cosa realmente interesante fue descubrir lo rara y extraña que es la epistemología en el s. XIII. Sí, sí la hay, pero no, no es como nos la enseñó Descartes. Pero se parece mucho más a lo que se trata de hacer desde los años sesenta para acá. Y he ahí el verdadero problema: entre las cosas nuevas que estoy aprendiendo y descubriendo, está la epistemología en general. Parece demasiado y por eso me cuesta no ver el reloj constantemente. Me cuesta trabajo no tararear el tic tac del reloj (ahora que los relojes carecen de tic tac, tan modernos que somos nosotros, caray). 

Mi vida últimamente es, pues, muy básica. Quizás porque es un constante estado de ansiedad y eso anula cualquier otro tipo de emoción. Quizás Valerio se llevó todo lo que me quedaba de sobresalto en el corazón, y por eso creo que estoy totalmente ataráxica, pero en realidad ya todo me sabe y me huele igual. 

No se me ocurre nada qué escribir. Y eso me duele no porque haya perdido mi differentia specifica, sino porque se me cerraron las puertas de donde vivía mis afectos. Y en el mundo real –es decir, el mundo de las res, rerum– los ojos que antes me soliviantaban, ahora sólo me torturan las heridas narcisistas. Ahora sólo puedo ver como me ven o no me ven, pero soy incapaz de sentir algo más por verlos. Los ojos verdes, los ojos azules, los ojos cafés. Los ojos que no pueden moverme nada porque ¿para qué empezar de nuevo con la movedera, si ya sé en qué va a acabar todo esto?

No se me ocurre nada. Pero me tendré paciencia. Sacaré mañana el corazón a la ventana (total, el Danilo ya no está aquí para regañarme por poner a secar los calcetines en la ventana), y esperaré a que la primavera haga lo suyo. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

el eterno desafio de ser Esponja, tu "mundo" esta en guardia