27 febrero 2012

Ofelia


Buenos días, como dijo el historiador a sus
personajes mal investigados, descritos con
sesgo o simplemente inventados
(iban a reclamarle).

Alberto Chimal, saludos de Twitter
25 de febrero


Un personaje histórico que ha sido vilipendiado gratuitamente pues sí, claro, tiene razones para hacerlo. Aquél mal investigado, o el descrito con sesgo que levanta la antorcha iracundo está justificado en su ira. Pero entonces ella miraba la tercera la ventana de izquierda a derecha: y una cortina se levantaba y se cerraba de golpe. Ahí estaba él, seguramente, mesándose los cabellos, esperando a que la providencia lo rescatara de la iracunda turba de personajes monstruosos, caricaturizados por la decimonónica mente del historiador.

Miró, impávida, como finalmente las puertas de la posada cedieron. Primero muy despacito, después un poco más aprisa, se alejó paulatinamente de la turba y se escondió detrás de un árbol ¿qué podía hacer por él? Él, que le había fabricado aquella tristísima historia de amor y la había hecho con ese carácter que sólo le permitía llorar. Y aquél amor, tan mal hadado, tan imposible y trágico: quizás sólo por eso debería dejarse arrastrar junto con la turba por todas las lágrimas e insomnios que le hizo pasar. Pero él también la inventó. Y ¿es que cómo culparlo? El pobre historiador no sabía cómo rellenar el hiato. ¿Cómo era el amante prohibido del prócer de la Patria? ¿Por qué ocultarlo tan ferozmente?.

Así que echó a volar su imaginación y le dio cuerpo y rostro al objeto amado. La hizo inimaginablemente hermosa pues si no ¿cómo explicar la súbita debilidad del héroe? Le hizo el cabello rojo como las llamas para que le recordara a su madre –y al narrar esto, el héroe aventaba la copita de ginebra, furioso, por el sesgo freudiano de todo aquello. La hizo su prima para explicar lo prohibido, y ahí el héroe se desternillaba de risa por lo puritano del autor. Pero como prócer de la Patria al final hace que la rechace porque vence su virtud finalmente. Y ella, desesperada se tira al lago y se ahoga...

–¡¿No podía ni ser original el muy imbécil?! te vio cara de Ofelia ¿no? ¡¿y todavía lo defiendes?!

Y ella, llore y llore, trataba de abogar por su creador pero el personaje había sido creado para no poder levantar la voz, y se le hacían un nudo de palabras en la garganta. En realidad, lo que más la hacía sufrir era el enorme desprecio que el "héroe" tenía por el amor que el historiador facturó en su cabeza... y por un personaje como ella.

–¡Linda! no te ofendas, si eres una preciosura. Pero a mi también me gustan los uniformes y su contenido

Y burlones, la soldadesca estallaba en risotadas y ella mordía el pañuelito blanco, también invento del historiador. Ella lo mordía consciente de lo ridículo de todo aquello... sí, sí... por eso hacía historia, era un pésimo novelista.

Escondida detrás del árbol, a la distancia, alcanzó a ver cómo la iracunda turba lo sacaba en hombros. Él gritaba, suplicaba clemencia y a medida que los gritos se alejaban, ella alcanzaba a oír cómo la distancia los destilaba en terror purificado.

Su "héroe", para ganarla en favor de la causa, le decía: "no vas a desaparecer cuando ese imbécil muera. Ya quedaste como mito en la mente de quienes leyeron tantas infamias" y resonaba la última palabra en sus blanquísimas orejitas con pendientes brillantes colgando, y sus ojos se humedecían nuevamente.

Ante las lejanísimas llamas silenciosas, ella veía el crepitar y los gemidos de su creador. Abrazaba el árbol, arañaba la corteza, quería invocar una repentina tormenta que apagara la hoguera y lapidara a granizasos a su muy indignado "héroe". Pero impotente, se unió por fin a la turba con el pensamiento y maldijo a su demiurgo por haberla creado tan perfecta que, al llorar, no producían un solo moco.

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