03 febrero 2014

Maldito inconsciente de porquería

Luego de estar escribiendo sobre el sueño del monstruo pelirrojo, ayer soñé con Valerio, ni más ni menos. En la casa de mi abuela paterna (la abuela esta amiga de la esposa de mi papá), y con mi papá (sí, mi papá de a de veras). 

Ese sueño no lo voy a contar, sobre todo, porque no me acuerdo muy claramente de todo. No fue tampoco un sueño impactante... como el sueño del monstruo de los ojos amarillos. Pero después de hacer un pequeño esfuerzo, recordé que ¡ah, casualidad! luego de lo de ayer, pos soñé con el que no soñé anoche. Y soñé con mi papá real. Y en ese lugar peligroso que es representado por la casa de mi abuela. 

Que ni tan peligroso ¿vieran? Era un lugar donde, de niña, yo era muy feliz. Ahí pasábamos los fines de semana de cuando mi papá venía a México. Y mi papá era pura prodigalidad de cariños y arrumacos con mi hermana y conmigo. Y mi abuelita también nos apapachaba mucho. Era un lugar feliz, definitivamente. 

Es más: el que estaba de más en el sueño era Valerio. Pero era la parte más alegre del sueño. Era lo más emocionante. 

Iba de traje. 

Y eso significa que iba de jefe. Y esa idea sí la tenía muy clara en la cabeza cuando desperté. Y me acordé de uno de los primeros sueños que tuve con él. 

Eran los años veinte y todos los de cierto seminario, íbamos en un carro descapotable... de los años veinte, se entiende. Y entonces él iba manejando y, por alguna razón extrañísima, el carro se metía a un hotel, ¡pero al restaurante! Y nadie parecía inmutarse. Yo me quedaba con él en el carro esperando a que nos sirvieran café, entre mesas tiradas y loza destrozada. Y él, risa que risa, no contaba chistes y cosas que nos ponían muy contentos... traía un traje de raya de gis y un sombrero y ¡ah, esa ha sido mi fantasía toda la vida, verlo así, jajaja!

En este sueño no. Iba de traje, simplemente. Tengo la imagen de verlo pasar por el pasillo de la casa de mi abuela. 

No puedo recordar más del sueño. Recuerdo que esperaba su caricia de algún modo, pero una caricia tierna... y aunque ahí estaba mi papá, ese sí que era un verdadero y real, legítimo y demás etcéteras, sueño de Daddy Issues.

Y lo cuento porque, quizás, eso explique la barrera enorme que me impide acercarme a él. Al otro que no va de traje, ni es el jefe, y que a veces siento como si me susurrara y me dijera ¿salimos a jugar?

A él sí lo quiero mucho. 

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