Soñé con el Asesor, lo cuál no tendría ninguna relevancia si no fuera porque soñé que asesinaba a alguien. A la cualidad snuff de mis sueños mucho cooperan las redes sociales, así que las cantidades de sangre que brotaban eran color Twitter. Bueno, el caso es que yo veía cómo asesinaba a su víctima, y por alguna razón él no se percataba de que yo estaba ahí, pero no hacía nada por esconderme. ¡Zas...! después, todo lo que restaba del sueño era cómo le quería contar que sabía que él había sido el asesino, que eso quería decir que alguien más lo podía haber visto... o sea ¡fíjense nomás! ¡yo quería advertirlo! ¡ser su cómplice! Pero me daba pánico decirle porque ¿y si me mataba a mi también? Lo cuál en el sueño no se lo habría recriminado: es normal que los asesinos no quieran dejar pistas. Eso me pasa por ver Fargo.
Y sobre Fargo: hace algunos años quería comprar los libros de Stieg Larsson y me equivoqué y compré los de Åsa Larsson. Luego compré los de Stieg, pero para entonces ya había comenzado a leer las aventuras de Rebecka Martinsson en Upsala. Y pues, nada: la detective era una vil y vulgar copia de Marge Gundersson, la policía embarazada que resuelve un crimen en la helada Fargo, en tierras del norte de Estados Unidos, pero mucho más neurótica. Sólo leí dos de las tres novelas de Åsa Larsson: de veras que se pone neurótica y terminó por aburrirme. Más o menos lo mismo que con Corazón de Tinta Cornelia Funke. La primer novela es muy buena y pues sí, muy adolescente. Pero las restantes son un rollo todo neuras. En fin... quizás debí leerlas en alemán, pero en ese entonces sólo conocía la palabra Eltern.
Y ¿por qué aprendí semejante palabra? Porque el primer texto en alemán que traté de leer fue la tesis del Asesor que está en Google Books... por alguna razón, además del epígrafe –en español– lo otro único que se me hacía inteligible eran los agradecimientos. Y obviamente le agradece a sus Eltern. Ja. Ahora ya sé más alemán, aunque sólo me alcanza para leer los textitos de la Deutsche Welle para quienes están aprendiendo alemán. Y por ahora mi palabra favorita es Krimi: es decir, algo así como "género policiaco" tanto en asuntos literarios como en series de televisión. ¡Hasta traté de ver Tartot! Se veía mucho mejor que las series gringas, definitivamente.
Y, a propósito de eso, vi The Killing, que es un refrito gringo de una serie danesa. La primer temporada me gustó mucho, pero luego se fue descomponiendo... obviamente: sólo la primer temporada era una adaptación fiel de la versión danesa del asunto. Finalmente y gracias a la ilegalidad de los torrents conseguí la serie danesa completa y subtitulada al español... pero para entonces el peso del dead-line tesístico se me había presentado con toda su realidad, y recordé que si alguna justificación existe para ver series gringas en inglés (ejem... el inglés) o intentar leer Krimis en alemán (ejem... bueno, ya saben), el danés no formaba parte de mi educación por más que lo quisiera justificar. Y dejé de hacerme tonta yo sola.
Así que, luego de reflexionarlo un poco, creo que el sueño con el Asesor era una especie de Krimi, muy a la aristotélica: o sea, no tenía porqué tener ningún tipo de contenido moral. Y he ahí mi gran descubrimiento: en las historias policiacas uno debe poner entre paréntesis el juicio moral. O sea, siempre está ahí, obviamente: se sabe quienes son los malos y los buenos –y los locos, lo que le obliga a uno a torcer y adaptar el juicio moral a ese tipo de villanos. Pero, digamos, una vez asumido el asunto, uno disfruta los Krimi porque evalúa la sagacidad y habilidad de ambas partes, no que tan buenos o malévolos son. Y al final uno sí quiere que ganen los buenos: pero por eso el bueno tiene que ser también el más inteligente, para que nos dé gusto real que gane.
En fin... la noche siguiente me quedé con la esperanza de seguir soñando con la siguiente parte del Krimi éste que les cuento. Pero no, soñé con algo anodino. Luego un correo me despertó: era del Asesor. Me volví a dormir y ¡voilà! soñé otra vez con él... pero en este caso era un viaje que hacíamos, donde de pronto él se desaparecía, y me dejaba sólo un mensaje en un video, del cuál no entendía yo nada porque ¿adivinen qué? estaba en alemán... así que yo, abandonada en medio de la nada (¡ah, claro! el asunto ocurría en el desierto), tenía que entender el mensaje para... ¿para qué? Entonces desperté. La calidad narrativa de mis sueños está comenzando a desesperarme.
Saludos Kriminales: esponja
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