Bolillo se perdió

La colonia está llena de cartelitos con su foto y mi teléfono celular.

Chupacabras no se me despega: también lo extraña.

Fue el 5 de febrero. Existe aún una pequeña posibilidad de que regrese.

Me duele mucho. No puedo escribir. Sólo les dejo estas palabras para que se den una idea de lo que una persona que vive sóla siente por sus gatos:

¡Con qué dolor se entenebreció mi corazón! Cuanto miraba era muerte para mí. La patria me era un suplicio, y la casa paterna un tormento insufrible, y cuanto había comunicado con él se me volvía sin él cruelísimo suplicio. Buscábanle por todas partes mis ojos y no parecía. Y llegué a odiar todas las cosas, porque no le tenían ni podían decirme ya como antes, cuando venía después de una ausencia: "He aquí que ya viene". Me había hecho a mí mismo un gran lío y preguntaba a mi alma por qué estaba triste y me conturbaba tanto, y no sabía qué responderme. Y si yo le decía: "Espera en Dios", ella no me hacía caso, y con razón; porque más real y mejor era aquel amigo queridísimo que yo había perdido que no aquel fantasma en que se le ordenaba que esperase. Sólo el llanto me era dulce y ocupaba el lugar de mi amigo en las delicias de mi corazón. Confesiones IV, 9