30 diciembre 2012

El año de los spiritus y la vela

1.- Este fue, en muchos sentidos, el año de ya saben quién (sí, tú, ya sabes quién eres. O al menos no pierdo la esperanza de que no dejes de venir a leerme. De que te alcancen mis palabras como únicos brazos capaces de asirte. Que tu voluntad se deje abrazar, que busquen tus ojos a mis pensamientos, en letras claras y fondo negro, y se dejen abrazar. Quisiera acerarme a ti, un poco más, un poco algo, y, como con los gatos, que mis caricias encuentren respuesta... aunque no sea la de tu masa y tu cuerpo. Aunque no sean sino puros spiritus. Mi palabrita latina es el signum para invocarte ¿la entiendes?). Y en estos últimos días cuido mucho de administrar la esperanza, que es como una llama pequeñita, de una vela, y que no se apaga. No quiero incendiarme con ella porque le tengo pavor a las quemaduras. Y sé que el mío es amor imposible, o debería serlo, y que toda realización sería muy dolorosa. O simplemente soy muy cobarde. Pero tampoco puedo dejar que se apague, porque tu llama es cálida y me mantuvo con vida. Eres como el fuego de las Vestales que mantuvo a Roma eterna y erguida. Y eres bueno, de alma amplia y generosa, y de ternura infinita. Y sabes, con tus grandísimas manos, proteger esa llamita y mantenerme sonriente. Y fuiste la curación y eres la salud. 

2.- Y este año no se acabó el mundo, y al menos el asesor otra vez me dirige la palabra (bueno, no es que me la haya dejado de dirigir... ni la tesis tampoco, pero yo como buena milenarista, hacía ya que  todo estaba hecho trizas). Y no se acabó el mundo y estoy tranquila, aunque aún no sé que pase el año que entra (y heme aquí, como siempre, adelantando vísperas). Y heme aquí, que no sé qué decisión tomar, ni hacia dónde mirar, ni si tengo tiempo, ni si no lo tengo. Pero si no se acabó el mundo, será porque queda tiempo. Y pues las cosas no se acaban hasta que se acaban y... yo siempre adelantando vísperas... 

3.- Y la música del año fue la Obertura 1812. Y el libro del año La insoportable levedad del ser. Y el evento del año... no sé. Quizás un viaje a Cuernavaca... se lo disputa el haber entrado a trabajar de Community Manager. Y la tristeza del año, la muerte de Chupacabras. Y el gato del año, pues Vasili que llegó para quedarse. Y el susto del año, la muerte de la Mac. Y el libro del año (en cuanto objeto), pues el carísimo De homine

4.- Pero quizás este año, que fue el año de como la cigarra, un año bajo la tierra, fue el de esta foto. Comencé este año muy, pero muy deprimida. Mi casa era un verdadero basurero, y yo pasaba días, no sólo sin bañarme (y temo que varios se hayan dado cuenta), sino sin salir de casa... a veces sin comer. Pero aún no comprendo qué fue exactamente lo que pasó. Simplemente salí al Walmart y compré esta vela... la prendí y ¡vaya! ¡ahora lo recuerdo al fin! ¡Por qué este año he estado buscando cremas y jabones y perfumitos olor lavanda! Pues porque la vela, que me gustó por morada, era de lavanda. Y la prendí, y se acabó la vela pero la llama sigue encendida. 

Este fue, pues, el año de los spiritus y la vela. Me preguntaste (ahora te hablo a tí, referencia designada por Valerio) que qué era eso de spiritualis porque, asumo que como siempre, no me paraba la boca y hablaba hasta por los codos sin detenerme, y tuve que detenerme y razonar que pues sí, que tenía que explicar: "¡spiritus! es la traducción latina de πνεύμα!"  Y es que le dediqué la mitad del año a ese tema en Alberto. Pero tuve que detenerlo todo, porque si no, no habría acabado jamás, aunque ahorita mientras corrijo, creo que al final sí servirá de algo ese año leyendo De visu de Alberto, el haber entendido aquello de la forma resultante in speculo, de los espejos animados... y el esse spirituale y los spiritus animales que abstraen la intentio del calor la cual, informa de la presencia de lo caliente, pero no calienta. Y claro, como siempre, el asesor siempre tuvo la razón y debí dejar las cosas del tamaño que estaban... pero al menos, quedarán pequeñas, pero inteligibles... espero. 

Y fue el año de la vela. Esta:



Y por ahora no hay mucho más que decir. Guardar silencio, quizás. Mirar las llamas que sobreviven a ventarrones y lluvias y todo eso. Esperar con paciencia a la musa. Esperar que el guía no desespere. Esperar. Y seguir adelante. O, como decía mi abuelita: rezando y con el mazo dando. Y ya.

29 diciembre 2012

Hic et Nunc

¿Es posible perseguir un montón de objetivos en un sólo texto? Es que estoy recopilando muuuchas "pruebas" de las barbaridades que dije en la tesis sobre el sensus communis. Y es que esa Quaestio es dificultosísima, y al fin entendí porqué. En los artículos 1 y 2 Alberto se la pasa tratando de resolver problemas frente a las palabras ad litteram de Aristóteles: que el sentido común sí es, contra la auctoritas de Aris, el sentido propio de los sensibles comunes. Que el sentido común es diferente tanto de los sensibles propios (que todo junto no es un sólo 'aparato sensorio', utilizando el término de Tomás Calvo) como de la fantasía y la imaginación. Que cómo, si la cantidad es el objeto propio del sentido común, se puede relacionar con el la cualidad que es la naturaleza de las sensaciones propias, y cuyo comportamiento metafísico es diferente (la cualidad se divide en contrarios, la cantidad, continua, infinitamente, etc.) Esos son, digamos, los objetivos específicos de cada cuestión. Pero ¿hay un objetivo mayor? Sí, y eso es lo que trato de defender. 

Avicena es la auctoritas para defender que la operación propia del sentido común es unir y dividir según "el método" de affirmatio vel negatio los sensibles propios entre sí (las cualidades sensibles propias de cada sentido: color, sabor, olor, etc). Pero si estamos hablando de la mera y pura sensibilidad, ¿qué significa exactamente 'juicio' y 'affirmatio vel negatio'? Alberto quiere explicar cómo el sentido común es capaz de reconocer identidad y diferencia en la sensibilidad. Como obtiene conocimiento ESTRUCTURADO de la realidad sin que dicha estructura provenga de un contenido conceptual universal. ¡zaz! En la estructura, hipotetizo yo, recae lo cognitivo de cualquier contenido anímico (mental, diría, pero la mens, mind, mente es un problema). O dicho de otra manera (cof, cof... kantiana): ¿por qué las intuiciones sensibles no son ciegas sin concepto?

Entonces Alberto tiene que resolver más problemas que le impone su auctoritas mayor: Aristóteles. Para empezar hay que hacer cuadrar ¡las Categorías con la estructura de la percepción!. Y luego Aristóteles dice que los sensibles comunes se perciben todos a partir del movimiento. No, dice Alberto, eso querría decir que sólo es objeto per se del sentido común el movimiento, y los restantes sensibles comunes lo son per accidens. Pero todos se perciben por igual, incluso el reposo aunque parezca simple privación del movimiento. Bueno... y ¿con las Categorías? ¿Qué no es 'más cantidad' el Tiempo y el Lugar que el movimiento? ¿Porqué, a pesar de la evidencia de Agustín en De musica y en Confessiones XI, 14-28, y de Prisciano al hablar de cómo se comporta la oratio dividida en sílabas largas y breves, vamos a darle prioridad al movimiento que al tiempo?

Tiempo y Lugar: son los sujetos de la percepción. El movimiento es como un sujeto de todas las intentiones mathematicae. El reposo es como un sujeto del lugar y los límites de lo percibido. 

Lugar y tiempo: hic et nunc. Más problemas. 
Y es que ¿cómo es que percibimos de manera individuada al color, al olor, al sabor, que por sí mismas son formas, y que a la forma le ocurre ser individuada gracias a la materia? Pero ¿qué no dice nuestra auctoritas favorita que percibimos la forma sin la materia? ¿No dice Boecio que, sin materia, lo que obtenemos son el rojo y el olor a rosa universales? ¿Cómo hace este pedazo de rojo para individuarse sin materia? ¿Cuáles podrían ser las condiciones individuantes de una cualidad sensible como rojo

La evidencia textual es escasísima: una línea donde las condiciones individuantes son definidas como el hic et nunc. ¿Qué son los apéndices materiales? La evidencia textual parece contradictoria, pero los únicos elementos que no entran en conflicto con nada, sostengo, son el aquí y el ahora, el hic et nunc: lugar y tiempo. 

El movimiento, los saben los físicos actuales y lo sabía Aristóteles, es la razón lugar/tiempo. Y es quizás por eso que Alberto, al tratar de responder la pregunta de cómo se da el juicio sensible que distingue identidad y diferencia, divide los modos de juzgar entre secundum esse y secundum fieri. El primero se relaciona con el lugar, el segundo con el tiempo. 

Pero si hablamos de affirmatio vel negatio y la estructura de un juicio, necesitamos entonces de sujetos y predicados. ¿Qué hace las veces de sujeto? Secundum esse la Magnitud. Secundum fieri el Movimiento. Y ¿los predicados? color, sonido, olor, sabor y las cualidades táctiles. 


***


La teoría de Alberto ya está presupuesta a lo largo de estas dos Quaestiones: De sensibilibus in communi y De sensu communi. Pero primero tiene que quitarse de encima lo que Aristóteles 'no vio'. Por eso se mezclan temas en cada obiectio y respondo: la relación entre cantidad y cualidad, la prioridad de cada sensible común; o adelanta temas: la diferencia entre los objetos del sentido común, la fantasía y la imaginación, su relación intencional con las cosas... etc. 

Ahora bien, seamos honestos. Aristóteles, como fenomenólogo (o sea, descriptor de la fenomenología de la percepción, nada qué ver con Husserl o Brentano) es mucho mejor y tiene mucho menos compromisos que Alberto y su búsqueda exhaustiva de la sistematizidad. Lo mismo pasa con Avicena. En las cosas 'contradictorias' que dice Aristóteles se describen fenómenos que, los cientistas (sic) cognitivos actuales analizan: por ejemplo, que primero identificamos la presencia de un objeto y luego qué es (¡es un pájaro, no un avión!, ¡no!, ¡es Superman!). O que los niños adquieren de súbito la capacidad de categorización y entonces, según los experimentos de estos mismos cientistas cognitivos, cambia totalmente el modo en que estructuran el mundo, y comienzan a adquirir el lenguaje (pues: que la capacidad simbólica aparece entre los 10 y 12 meses de edad). Es por esto último que Casati, el italiano que nos dio el curso del Objeto de Spelke, amó la explicación que di en mi tareita de la Oveja y el Lobo en Avicena. 

Si pensamos en estos científicos cognitivistas (¿les late esa traducción?), la búsqueda de los contenidos no conceptuales  de la percepción radicaría en buscar qué hay de irreductible en lo percibido frente al concepto, no de qué manera puede sustituirse el concepto con algo propio de la percepción para explicar la relación cognitiva con el mundo. Y en ese sentido, me atrevería a decir, que Avicena está mucho más cerca de ellos al introducir las intentiones non sensatas en la percepción animal: mete a los conceptos, porque sin ellos, no se explica el modo de significar al mundo. Los mete por la puerta que les corresponde: la aestimativa. Pero su lugar de origen no es el intelecto, sino las sustancias celestes

Pero Alberto no. Alberto sí busca el modo en que puede estructurarse la percepción en ausencia de los conceptos universales (ahí radica la importancia de su no-platonismo, de su aristotelismo a ultranza... de su fundacionismo en términos de Terence Irwin). La búsqueda es exhaustiva y radical: ¿anticipa a Kant? O más bien, al introducir su giro copernicano, lo único que hizo el Chino de Königsberg fue cambiar el modelo para explicar las pacientes observaciones de gentes como Alberto, y quitarle el peso metafísico que ya era insostenible?

Hic et Nunc

Hay todavía mucho qué hacer: pero estoy al fin ya tiene forma. 

Seguiremos informando...

28 diciembre 2012

Propósitos de año nuevo

Por ahora sólo uno: arreglar la "pestaña" de "Filosofía Medieval" de este blog, y hacer decente el blog de los filósofos adoptados.

Bajar de peso, decidir qué onda con el doctorado, dejar de fumar, hacer ejercicio, arreglar todo lo que haya que arreglar, etc... pues eso, que hoy no es día para andar prometiendo nada. Volveremos luego, que ando ligeramente ocupada... y escribo incoherencias y traduzco peor... y ya... ciaus.

26 diciembre 2012

Knowing how, knowing that

El el otro día conocí a una tuitera muy linda, (¡Saludos @saravarava!) , que me contó la historia de sus búsquedas religiosas. Y me sorprendió cómo, para ella, no se trataba tanto de saber quién estaba en lo correcto (como diría el chiste de South Park: "al final los Mormones tenían razón"), sino cuál experiencia religiosa se adecuaba mejor a su propio ánimo. Ello me hizo pensar en los ejercicios espirituales y en P. Hadot, y en la tesis de M. E.: la religión –y la filosofía– como una terapéutica. Pero, si es así, ¿dónde queda la fe, tal como la define san Agustín, es decir, como un saber qué se debe de creer

La fe y la esperanza, tal y como las define san Agustín, como aquello que se debe creer y aquello que se debe esperar ¿caben dentro de esta terapéutica filosófico-religiosa? ¿Qué tan relevante es, para el correcto actuar humano, saber que Dios es trino y uno? ¿Qué tipo de cosas son las que, al sernos reveladas, influyen en nuestro comportamiento y experiencia vital? Saber que Dios encarnó en hombre  tiene una gran importancia moral (como lo hacen ver muchos místicos medievales), pero la disputa metafísica de cómo excede con mucho el asunto moral. Agustín, curiosamente, al final da más importancia al knowing how, pues es más importante, que la fe y la esperanza, la caridad. Porque es preferible el ignorante que obra bien y de buena voluntad, que el sabio que no obra correctamente. 

Y a propósito de esto, muchos pensamientos llegan a mi cabeza en tropel, no puedo expresarlos claramente... ¿hay acaso religiones del knowing how y aquellas del knowing that? ¿Qué es primero, saber cómo o saber el qué? ¿qué relación hay entre ambas? ¿Qué relación hay entre los deseos y las creencias? ¿Cuál es esta relación?

Y dicho sea incidentalmente (y a propósito de la indagación que ha hecho mi mamá, científica, sobre las mujeres y la ciencia), he aquí que surge la necesidad de leer a una gran filósofa, Elizabeth Ascombe, y su Intention...

***


Más tropel de pensamientos: revisando el De homine, llego al artículo sobre El intelecto práctico según Alberto. Me voy de espaldas. La identificación de Bueno y Verdadero es problemática... leo el texto, la sorpresa son me deja pensar claramente. A penas tengo cerebro para intentar una traducción.

(La traducción, medio tropezada, va abajo. En la traducción pongo en cursivas lo que no pude traducir bien): 

Solutio: Dicimus quod speculativus et practicus conveniunt in substantia et differunt in ratione. Et haec ratio est extensio a vero in bounum, sicut dicit Philosophus. Extenditur autem principaliter ad tria, scilicet ad bonum, et ad actuale sive operabile, et ad appetitum. Bonum enim est primum movens; primus autem motus boni est eius cui fit nuntium de ipso, et hoc est intellectus practicus non in quantum practicus, sed in quantum intellectus. Cum autem hoc bonum sit actuale sive operabile, ipsum erit in particularibus, quia omne opus est circa particualria. Quo patet per circumstantias in quibus est opus, quae dicuntur in Ethicis singularia, ubi dicit Philosophus quod 'voluntarium est, cuius principium est in ipso cognoscente singularia, in quibus est opus'. Item, bonum non nuntiat nisi in quantum est appetibile, et propter hoc extendit se intellectus movendo appetitum ad consecutionem boni, et hoc es quod dicit Philosophus quod nihil movet nisi in quantum est appetitivum. In spectulativis autem status est. In illis enim accipitur verum non ut bonum sibi. Et si accipiatur bonum, accipitur ut verum; sicut enim unuscuiusque ratio principium est veritatis de ipso, ita et ratio boni. Nec fit ibi extensio ad particularia nec ad appetitum, eo quod speculativus nihil actuale cosiderat, ut dicit Philosophus. (De Homine, 2.1.4. Quae sit differentia ipsius ad speculativum, ed. Anzulewicz, p. 485, vv. 1-25)

Solución: Decimos que los [intelectos] práctico y especulativo concuerdan en sustancia y son diferentes en proporción. Y esta proporción es la extensión de lo verdadero a lo bueno, así como dice Aristóteles [DA. 433a27-31]. Y se extiende de manera principal de tres modos, a saber, (1) hacia lo bueno, (2) hacia lo presente u operable, (3) y hacia el apetito. Pues lo bueno es lo primero que mueve; pero el primer movimiento de lo bueno es su aquello que da noticia de lo bueno, y esto es el intelecto práctico no en cuanto que es práctico sino en cuanto que es intelecto. Mas cuando esto bueno se trata de lo presente o lo operable, el mismo se dará en los particulares, porque toda operación es acerca de los particulares. Lo cual es evidente por las circunstancias en las cuales se da la operación, lo que se llaman individuos en la Ética (EN. 1111a22-24), donde dice Aristóteles que 'lo voluntario es aquello cuyo principio está en el mismo cognoscente de lo particular, en lo que se da la operación'. Además, lo bueno no da noticia sino en cuanto que es apetecible, y por esto se extiende el intelecto moviendo al apetito para alcanzar lo bueno, y esto es lo que dice Aristóteles, que nada mueve sino en cuanto es apetitivo. Pero en el intelecto especulativo está estático (status est). Pues en aquellas cosas lo verdadero es percibido no como bueno para sí. Y si percibe lo bueno, lo percibe como verdadero; pues así como la proporción de cada uno de los principios es lo verdadero de él mismo, así es la proporción de lo bueno. Y no se da ahí una extensión hacia las cosas particulares ni hacia el apetito, porque el intelecto especulativo no considera lo actual, como dice Aristóteles (DA, 432b27).

Por ahora no haré comentarios sobre esto... que tengo que acabar lo otro... pero cuando llegue a lo de intentio veri et falsi, será momento de volver. 

Pronto volveremos...

***

24 diciembre 2012

Recuento 2012

Pues este fue un año largo y pasaron muchas cosas y... y de todos modos no tengo idea de cómo hacer el recuento porque fue un año raro... me la pasé bajo la tierra, como la cigarra (como la canción de Mercedes Sosa). Es más, llevo un buen rato tratando de escribir algo, pero no paso de una línea y lo dejo para después. Pero he aquí que, de alguna manera sui generis ha de poderse hacer el recuento. 

1.- Los tacones rojos.
¡Ah, los tacones rojos! Esa fue una historia llena de spiritus animales e intentiones delectabiles y de ojos y pupilas coloreadas (la jelly del ojo, diría Sorabji). Πνεύμα por todos lados, y he ahí la parte vivificante del año. Hasta un soneto salió, y es que fue un año de jacarandas y lluvias anticipadas. Fue un año a cuya primavera se le hizo honor, y cuyos frutos fueron percibir, per accidens y per se su suave espíritu, cálido y delicado. Y ya me di cuenta que es justo de lo que no puedo escribir: de los taconcitos rojos y de los ojos cazados con ellos... la intentio –pero ahora la de Agustín–, que como flecha le dio caza a los enormes ojos tristes... *sigh* –¡esos ojos!

2.- El mundo no se acabó. 
Y es que le puse punto final a la tesis. Y luego me puse a rellenarle algunas cosas (entre el incipit y el the end, pero ya sólo son pulimientos). Y eso se lo debo, también, a que me quedé sin un centavo y me llené de deudas (a lo que cooperó una falla de cálculo al momento de comprar el De homine) y, milagrosamente, conseguí trabajo (gracias a @stormentas), y era un trabajo bien pagado y fácil de hacer... y ¡santo cielo! descubrí que o le perdía el miedo a la tesis o mis días iban a terminar en un trabajo que, a pesar de ser fácil y bien pagado, aborrecía. Y renuncié y terminé la tesis. Y así fue. El mundo no se acabó. 

3.- El año de Skype.
Y es que, como decía, me la pasé enterrada un año en mi casa, enterrada literalmente porque era un tiradero de cosas y... el horror. Pero mediante Skype mantuve contacto con el mundo exterior, y no enloquecí. Y ahí estreché lazos afectuosos con Ely y con mi papá, y estuve en contacto con Z, y todo fue muy feliz. Ese maravilloso y gratuito vaso comunicante de Skype, también me salvó la vida. 

4.- La página de los filósofos adoptados. 
Del trabajo aprendí muchas cosas: además de que había que terminar la tesis, a usar el interné para cosas más 'productivas' que promocionar papitas y Cheetos. Y pues le tocó su tiempo a la filosofía antigua y medieval, y un gran compañero en esa aventura fue mi admiradísimo y queridísimo F. O'R. Y, además, conocí más gente medievalofílica y antiguofílica. Y ahorita medio abandoné el asunto por la tesis, pero volveremos... porque el mundo no se acabó. Y el grupo de esa página sigue creciendo. Y todo muy bien.

5.- El año de los brasileños. 
Y me invitaron (¡me invitó! ¡él, él!) a un Taller de filosofía antigua sobre la inmortalidad del alma en Platón y todo muy mono y muy bien. Y conocí a los brasileños de Brasil que son una gente preciosa, y entendí que oír música en portugués no alcanza para aprender a oír el portugués hablado. Y comprendí que todo lo que está hecho en Brasil, está bien hecho, jejeje. 

6.- El alcance de esponjita.
De eso hablaré poco porque todavía no doy crédito de lo que está pasando (porque todavía está pasando). Pero desde aquí mando hartos saludos a mis lectores y lectoras, y muchas gracias y... sigo sorprendida, es todo, je. :)

7.- Chupacabras. 
Y pues fue el año en que se fue la Chupacabras a alcanzar a mi Abuelita Aurora. Y fueron momentos muy duros y difíciles, porque la enfermedad fue terrible y triste. Y tampoco he escrito mucho de ello, y creo que todavía no es momento. Pero esa gatita está en los corazones de mucha gente, y pues sí, la extraño. Y con ello se cerró algo, un cliclo, supongo. Y así fue. 

8.- El Seminario y su señor Demiurgo.
El Seminario so sólo me mantuvo cuerda, sino que comprendí, gracias al aristotélico seminario, que meterse con Alberto exigía primero que nada, meterse bien con Aristóteles. Mucha de la claridad que obtuve sobre la tesis se la debo a no dejar de leer a Aristóteles este año. Y de las recomendaciones del Demiurgo... que de pronto me vio muy perdida y desesperada y me dio grandes pistas. El knowing how se lo he aprendido a él durante muchos años, la marca es imborrable. Con haber aprendido aunque sea un 10% de su modo de hacer, me doy por bien servida. Porque investigar es knowing how know that. E investigar se lo aprendí a él. 

Y por ahora es todo. El mundo no se acabó. Hagamos mundo, pues.

A Felicidad Batista le mando un fuerte abrazo navideño, que, por segundo año consecutivo, es la bloguera del año. 

Y a mi Mamá también que, además de la vida, le debo todo lo demás, y no me dejó solita jamás, sobre todo cuando ya me andaba yo petatiando por comer sushis en mal estado. Y que me regaló el De homine y la computadora nueva, cuando la viejita se quedó sin tarjeta madre. 

Y a Qualia, gato fiel, y al Vasili, bien recibido por Qualia. 

Y a Paco, ahora Licenciado en Letras Clásicas, el más cercano de los amigos, y el mejor del mundo. 

Y... y ya. Si se me ocurre algo más, se los cuento pronto. 

Y de nuevo, a mi Valerio, causa vivificante y spiritual-pneumática de este blog... y de mucho más. 

Y ya.

Feliz Navidad.





17 diciembre 2012

Varias: tesis, transferencias, et. al.

¿Qué es un concepto? De poco me serviría remitirme a la historia del 'concepto' o a su muy mona etimología. Peor aún, ¿qué significa que el lenguaje tenga prerrogativa? Depende de qué teoría del lenguaje se asuma, creo –¿en virtud de qué refiere el lenguaje? ¿son tan diferentes la via antiqua y la via modernorum? ¿cuánta diferencia hay entre las vias medievales y Frege, Russell, Wittgenstein y Kripke?–. Pero algo sí es muy claro: la pregunta a responder es si las intuiciones no son ciegas sin concepto, así, dicho en vulgar kantiano. Leído 'sorabjianamente' esa es la disputa entre el Teeteto y el De anima. O algo así. Más o menos. Sí, algo así. De lo que se trata es ampliar el contenido cognitivo de la percepción, sorabjianamente hablando (Sorabji, como la radiación de fondo, lo preña todo). 

Ampliar el contenido cognitivo de la percepción. Quizás lo más difícil de todo sea poner el bisturí en el lugar correcto. ¿Se trata de demostrar que la percepción sensible posee algo de independiente e irreductible frente al conceptus? ¿o se trata de demostrar que, entre lo que atribuímos a la cognición mediada por el lenguaje, en realidad mucho recae del lado de la percepción? Son dos cuestiones asás diferentes. 

Yo tengo una intuición (¿femenina?) de que lo que se está gestando en Alberto es algo más grande aún de lo que todo mundo supone. Que ha concebido, de la mano de Avicena algunos spermatikói lógoi que, en manos de Scoto y Ockam terminará revolucionando la psicología medieval. Pero no sé... mi ignorancia todavía es mucha, el estilo de Alberto es difícil y su obra... ¡adivinen! MAAAAAGNA (lo que, por otro lado, es buena noticia: hay Alberto para rato :D )

Por ahora sólo puedo decir poco. Tratar de establecer, con claridad, qué significa exactamente para Alberto apliar el contenido cognitivo de la percepción en el De homine. Si hubiera tenido la suficiente claridad, ése debió haber sido el título de la tesis. Y ya. 

*****

Al final, luego de releer el texto anterior, pensé en que lo único que quiero es que el Asesor vea que soy taaan chida, que se me pueden perdonar los defectos de carácter. Pero en el fondo (¡ah maldito reconocimiento!) de eso me quiero convencer yo: que valgo la pena para mí. Y es cuando hay que acordarse que la vida es para uno, no uno para la vida. Supongo que la gente funcional es esa que, téngalo teoréticamente claro o no, actúa de ese modo. 

Al final volví a platicar con mi amiga, de la que les hablaba, y todo ya está en orden again. Creo que fue un exceso mío venir y contar esas cosas: no pasó de un exabrupto producto de la presión de final de semestre y de final del mundo. Habrá que tomárselo todo con más calma y menos psicoanalíticamente. No era para tanto. 

*****

Ando poco inspirada, pero no por ello pensando menos en ya saben quién. A veces pienso que mi modelo para hacer las cosas ha sido siempre él. Y quisiera que mi casa fuera grande, y tener un patiecito, para hacer una posada metafísica y colgar una sustancia con nueve accidentes, y decir dale, dale, dale, no pierdas el tino... e invitarlo a él. Ayer nos hizo falta. "Nos" y también "me".


Sustancia con sus nueve accidentes.



14 diciembre 2012

¡Crack! (Anagnórisis)

Yo de psicoanálisis sé muy poco. Mi experiencia con el psicoanalista no fue del todo buena por varias razones, pero la misma mala experiencia me permitió echar un vistazo a la serie de procesos que convertían mi vida anímica en un infierno. El tema central del asunto tenía qué ver con el famoso proceso de transferencia, del cual entiendo muy poco. 

El analista me preguntó ¿tienes miedo de enamorarte de mi? Fue esa pregunta la que le dio al traste a todo: no se me había ocurrido, le dije, pero ahora no me lo puedo sacar de la cabeza. Y valió madres todo. Y, el asunto, vino a propósito de mi relación con mis figuras de autoridad. Y pues sí, en el tiempo que siguió, me la pasé analizando qué demonios sentía por cada uno de ellos, y la importancia de cambiar algunas cosas en mi relación con ellos. Y, durante ese proceso, tuve aquella anagnórisis causante de temor y conmiseración

Fue cuando se me reveló, con prístina claridad, que del Asesor lo único que yo quería es que fuera mi papá. Yo no sé si los pobres asesores, antes de aceptar alumnas, deberían recibir un entrenamiento de como lidiar con las transferencias de cierto tipo de mujeres cuyas carencias afectivas infantiles las marcaron de manera especial. Pero, digo, igual y luego resulta que somos buenas alumnas, y que vale la pena saber enfrentar esos casos tan, pero tan dificultosos. 

Sobre todo cuando los individuos en cuestión son personas nobles y no se aprovechan de tales situaciones. Entonces el asunto se vuelve un infierno para todos. Porque la transferencia no es algo consciente, es decir, algo de lo que uno tenga noticia. Y ni ellos entienden porqué reaccionamos como lo hacemos, ni nosotras entendemos porqué no se comportan ellos como lo esperamos... sobre todo, porque ni nosotras tenemos claro qué esperamos

Pues sí, así fue. La terrorífica anagnórisis fue antecedida por una víspera (muy larga) donde de golpe y porrazo tuve el indeterminado sentimiento de no, no se va a poder. Es imposible. No, simplemente no. Pero ¿"no" qué? No lo tenía claro, sólo un tremendo sentimiento de desesperanza me abarcó toda entera. Eso, y un espantoso resentimiento que, en realidad, no parecía tener objeto alguno. ¿Por qué estaba tan furibunda con él, si siempre se ha portado de manera, no sólo totalmente correcta, sino cordial y hasta cariñosa? 

Pero la anagnórisis comenzó el día en que mi mamá me dijo: Él ya tiene a quién querer. Y yo, aún confundida, le pregunté con sarcasmo Sí, sí... su esposa. Pero mi mamá me corrigió: su hija. Él ya tiene una hija a la cual querer. Era eso: no es que me hubiera enamorado de él (para entonces ya tenía yo un enorme conflicto: se supone que estaba enamorada de Daniel,* y de ya saben quién* y ¿también de él?), es que quería que fuera mi papá. 

Y no es que él no hubiera cumplido con un montó de ritos que, ambiguos, eran propios de un papá y de un Doktorvater: incluso iba a mis presentaciones, atendía con prontitud mis requerimientos y, en las antedichas presentaciones, me defendía. Y que esos ritos, de la misma manera ambigua, se hubiera juntado con un profundo miedo de no dar el ancho, de decepcionarlo, de no ser capaz de satisfacer sus expectativas... como poder irme a estudiar al extranjero, como representarlo bien, como alumna suya, en el Aquinas. De hecho, todo aquello admite ambas lecturas perfectamente: él fue un excelente asesor y yo, de pronto, fui presa de mi baja autoestima y huí del fracaso incluso antes de intentarlo. 

El problema advino con el plus que ya no cabía en la ambigüedad: lo que yo quería era un afecto más allá de la realidad. En comprender la naturaleza de mi desazón inicial y del desencanto que me llevó a lo más hondo de la depresión, ayudó mucho que mi papá de a de veras regresara a mi vida como lo hizo. Al recuperar a mi papá (¡oh, afortunada de mi!), ya pude aceptar lo que me había pasado. Y ya pude dejar de ver al Asesor como mi Vater y verlo simplemente como mi Doktorvater.  


***

De todos modos, si me he puesto a escribir esto, fue por una addenda a mi anagnórisis y porque era necesario aclarar algunas cosas en beneficio de todos los asesores futuros y todas las alumnas futuras que padecen del mismo mal. 

Hoy platiqué con una amiga a la cual su asesor le movió la cita porque está gripiento. Y es que se la movió de manera indeterminada: no hubo nueva fecha, sino un feliz navidad. Y ella estaba furiosa. –¡Pero está gripiento! ¿de plano no le crees que esté gripiento? También se le ha de haber juntado mucho trabajo, o está cansado... ¿por qué te enojas?– Y ella, furibunda, me contestó que sentía que su tesis no le interesaba en absoluto. Y yo le dije que he llegado a sentir eso de mi asesor, que también otra amiga ha llegado a sentir lo mismo del suyo y que, sospecho, tarde o temprano todAs sentimos eso, pero que lo importante es que nos interese a nosotras, y que ellos están ahí para que los usemos en beneficio de nuestros propios proyectos. 

Pero mi moralina perorata fue interrumpida por la más tremenda declaración jamás oída (ni a mi otra amiga, ni a mi misma, con tal desparpajo): ¡Es que mi tesis debe ser su prioridad! ¡pero seguro para él es más importante su trabajo, sus viajes y... (aquí, querido público, prepárense)... y su hija! ¡Seguramente pensó "me importa más ir al festival de mi hija que la tesis de M. E."!

¿Qué podía contestar yo ante tales declaraciones? ¿diagnosticarla? ¿decirle que OBVIAMENTE era más importante cualquier festival infantil que otra cosa en el universo? Mis oídos no daban crédito. No porque estuviera diciendo barbaridades: era muy claro lo que le estaba pasando, pues no es que esté enamorada de él (lo que, sin duda, no sólo él, sino incluso ella podrían, hipotéticamente, llegar a creer), más bien es que quiere su atención y la exige como uno exige la atención de papá. Un vulgar episodio de transferencia. 

Pero ella es una persona mucho más sana que yo (no teman). La ira exhibida tenía que ver con la sensación de no le interesa. ¿Qué es lo que una teme que no le interese al asesor? Más bien, más que interés, una busca reconocimiento... como todo mundo en el universo. El detalle de nuestra condición radica en dónde ponemos la carga: a quién le transferimos la capacidad universal y absoluta de brindarlo. Y lo ponemos en él, quién ostenta toda la autoridad porque es el que sabe. Si de pronto él, ante nuestros ojos, parece perder interés, nosotros sentimos que perdemos su reconocimiento, y nuestro trabajo se vuelve inválido y pierde sentido. 

A eso, súmenle que una está metida en terrenos desconocidos y nuevos: esa es la naturaleza de la investigación. Mis dos amigas comparten el haberse sentido, en determinado momento, totalmente perdidas. Y buscaron auxilio en ellos, un auxilio difícil de brindar porque lo que uno no sabía era investigar y eso, pues no se enseña... es un know how y no un know that. A medias se aprende por imitación, a medias es poner la inventiva, el ingenio, a funcionar. 

En el fondo, todo es un proceso de natural maduración. De todas las partes: de una que se da cuenta en qué consiste el auxilio que puede brindar, en realidad, un asesor. De ellos, que aprenden a medir qué tipo de palabras son las que se necesitan escuchar según qué de tipo de caracter se trate. Y al final todo se resuelve muy bien... 

... se resuelve muy bien, siempre y cuando no se trate de la orate de esponjita. Que, al final, sólo quiere agregar unas líneas a la tesis para obtener, de una buena vez y para siempre, el vital y hegeliano reconocimiento de su Doktorvarter... que no es que quiera que le diga eres inteligente, te quiero o vales mil...  sino, simplemente, que todo este desaguisado, sufrimiento y tortura, valió la pena. 


______________

Notas:
*Al final del Daniel no estaba enamorada. De ya saben quién pues sí, pero hay que reconocer que tuvo su fase de transferencia primero, luego su fase literaria, y al final me encontré con la segunda persona, cuyo nombre no se escribe, sino que se pronuncia. 

11 diciembre 2012

De la navidad y los ateos

Las navidades consistían en el siguiente rito: poner el árbolito de plástico, no tanto por la cuestión económica o ecologista, sino porque nos encariñábamos con el arbolito y se nos hacía una ingratitud monumental irlo a tirar a la basura. Quizás eso denotaba algún carácter neurótico intrafamiliar: en alguna etapa de nuestras vidas, cuando la angustia era mucha, mi mamá dejó el arbolito hasta mediados de junio: nos reconfortaba el corazón, y todos estuvimos de acuerdo. 

Y poner el nacimiento. Y dirán ustedes ¿por qué poner un nacimiento en una familia declaradamente atea? Nosotros no éramos tan ateos, nos limitábamos a ser agnósticos. Pero los primos R. O. ellos sí eran ateotes y, sin embargo, con mucho amor iban a buscar el heno y el musgo, y ponían un enorme nacimiento en el patio de su casa. 

Y, para colmo: nuestros "ateísmos" (de mi mamá, mi tía y mi tío) eran reacción no al catolicismo, sino al protestantismo de la iglesia Bautista. Y, sin embargo, mi abuelita, mis tíos y mi mamá, buscaban con anticipación de semanas el heno y el musgo, y desempolvaban los primorosos nacimientos de barro, sus muchos animalitos, los espejos que harían las veces de lagos, y la estrellita de Belén, que colgaría de un alfiler de la pared. Y ponían al "niño Dios" desde la primera instalación del nacimiento porque, al no ser católicos, no teníamos que esperarnos a que "naciera". 

A veces nos juntábamos. Y entonces mi familia, dispersa y de unidades pequeñitas, se arrejuntaba para tener la sensación de "chorcha" y hacíamos tamales, buñuelos, ponche y esas cosas que se comen en el norte del país (es de romeritos en mole con camarones, y pescado a la vizcaína para navidad es barbarismo chilango). 

Y nos juntábamos a canar y cantar villancicos, los más tradicionales, sin nada de originalidad, y decíamos Fun-fun-fun y los peces en el río y todo eso. Y abríamos los regalos y nos íbamos a dormir allá por las cuatro o cinco de la mañana.

Y a nadie se le ocurrió jamás ponerse a justificar porqué una turba de ateos se ponía arbolitos y nacimientos y cantaba, en latín, "adeste fideles". Ni tampoco nos pusimos a resignificar nada de aquello. Simplemente esperábamos la navidad, la celebrábamos y, luego, regresábamos todo a sus cajas... salvo aquel año en que el arbolito, solidario, nos acompañó hasta junio, cuando la angustia al fin pasó.







Köln


Y así quedó luego de los bombardeos. Se yergue, "milagrosamente" la Catedral. 
(y no, no es ahí dónde está Alberto)

Pero luego ya la arreglaron: 


10 diciembre 2012

Dedicatorias.


Mi amado es como un venado; 
 se parece a un cervatillo. 
¡Mírenlo, de pie tras nuestro muro, 
 espiando por las ventanas, 
 atisbando por las celosías!

Cantar de los Cantares 2:9


a) A Vasili yo creo que lo vamos a rebautizar y se llamará "Quantulumcumque" y de cariño le diremos "Quanta". Porque, han de saber, que "Qualia" es el nombre de cariño y en realidad se llama "Qualificatus". (La idea, obvio, es de @alitter). Y a la memoria de Chupacabras. Sean ellos la causa gatuna.

b) La causa final de esta tesis sea el Objeto de Spelke. Y no se diga más.

c) La causa amorosa, sea Valerio (en su versión Demiurgo, en su versión Valerio, en su versión R. y en su versión "muchacho de ojos tristes", "boca primorosa" y "melena, rebaño de cabras que desciende del monte Galaad")

d) La causa formal sea ese artículo que no llega y, asumo, no veré hasta que se publique. Pero, aunque medio chafona, sea yo una materia y sujeto finalmente informado, y sea, pues, la forma ya mía y  ya comunicada, pero incomunicable. (Cf. Boecio, yo no sé dónde, Alberto nomás lo cita y lo cita). 

e) Sean Madonna y Lady Gaga las causas musicales. 

f) Y sea a la paciencia y célebre carácter de "muy querido" del Asesor, el óbolo y la ofrenda. A él, sólo pudo decirle slijá


08 diciembre 2012

Mi mascota, la avestruz

Perdón, tenía que venir a contar este sueño.

Pues ahí tiene que mi gato se metía la pata por la boca y no podía respirar. Entonces yo corría al veterinario. Pero, dada la naturaleza de los sueños, cuando llegaba con el veterinario ya estaba yo en la casa de mi abuelita en San Luis Potosí, y la mascota enferma era una enorme avestruz... Technicolor.
En mi sueño, uno podía montar su propia avestruz, y aunque las había callejeras –como perros y gatos– las más valiosas eran de colores impresionantes. La mía era callejera, pero no por eso de colores menos intensos. Entonces, de alguna manera, yo sabía que el veterinario no vendría a curar a mi avestruz (que ya estaba muy sana) sino a pedirme matrimonio. Pero se supone que yo no debería saberlo. Así que cuando llegaba, yo estaba exultante y muy cariñosa, hasta que él me decía ¿no podríamos ir un poco más despacio? Y, en el fondo, yo sólo pensaba: Pero si no me gusta... no me gusta... mejor le digo que no. Pero no por eso se me quitaba la actitud toda dizque coqueta. 

Pos ese fue el sueño. 


07 diciembre 2012

Mein Herz brennt...

Salió hoy, hoy mismito:


 



Nun liebe Kinder gebt fein Acht

ich bin die Stimme aus dem Kissen
ich hab euch etwas mitgebracht
hab es aus meiner Brust gerissen
mit diesem Herz hab ich die Macht
die Augenlider zu erpressen
ich singe bis der Tag erwacht
ein heller Schein am Firmament
Mein Herz brennt

Sie kommen zu euch in der Nacht
Dämonen Geister schwarze Feen
sie kriechen aus dem Kellerschacht
und werden unter euer Bettzeug sehen

Nun liebe Kinder gebt fein Acht
ich bin die Stimme aus dem Kissen
ich hab euch etwas mitgebracht
ein heller Schein am Firmament
Mein Herz Brennt

Mein Herz Brennt
Sie kommen zu euch in der Nacht
und stehlen eure kleinen heissen Tränen
sie warten bis der Mond erwacht
und drücken sie in meine kalten Venen

Nun liebe Kinder gebt fein Acht
ich bin die Stimme aus dem Kissen
ich singe bis der Tag erwacht
ein heller Schein am Firmament
Mein Herz brennt

06 diciembre 2012

Valerio de las ya saben qué...

Se me ocurrió el final de Valerio de las Alamedas. Obviamente no me puedo poner a escribirlo ahorita (correcciones tesísticas)... pero el azotón de ayer (por el amor de Dios, no se lo tomen ni muy enserio ni muy literal... literario sí, eso... y una que es celosa y solterona desesperada... era todo... whatever (por eso me tardo en acabar las tesis, por los paréntentesis (sí, como este) (¿ya leyeron a Hofstadter?))) me dio la clave del final del cuento... y sí... los paréntesis de Hofstadter tienen que ver con el final y la estructura del cuento... 

No creo publicar el final acá. Quiero probar suerte con ese cuento. Además tengo que quitar el último capítulo, aunque dejando algunos elementos... en fin... Además del proyecto de doctorado, tengo que terminar ese cuento. "Tengo", porque se me ha ocurrido el final... o al menos unos de los paréntesis. 

Era todo. Estoy traduciendo la sección del De homine que uso en la tesis. O la iba a traducir: no me da tiempo. Por eso sólo traduciré la parte que, curiosamente, no usé en la tesis. Entre esa parte, lo que estuve trabajando el año pasado sobre el Comentario de Averroes, y el paper del asesor, saldrá una pequeña sección que hará las veces de articulación. Ya veremos. Se va a poner interesante. 

Les mando un abrazo (al que siempre le mando Abrazos)
Y un beso (al que nunca le mando besos)

Gute Nacht
Boa Noite

(respectivamente):

Esponjita. 

05 diciembre 2012

Huída

ἦθος ἀνθρώπωι δαίμων


Quiero irme lejos, pero de a de veras. Acabar de irme. No dormirme ni morirme, no se trata de cesar lo que me rodea. Simplemente, pegar la carrera y saberme libre de todos. Huir de la imagen del espejo, de los amigos de amentiras, de los amantes inasibles... de mi propia mole. 

No faltará quien diga (acaso yo) que sólo quiero huir de mi misma. Y como Peter Pan busco, pero al revés, el modo de arrancarme la sombra de la planta de los pies. Quiero dejarlos abajo, dejarlos a todos, dejarlos atrás. Olvidarlos, que queden como una mancha borrosa y sólo para poder medir la profundidad del pasado. 

Queda muy poco de mi mundo que valga la pena. Pero vale mucho porque es real, mucho más real que ustedes. Pero intocable, totalmente intocable, no como ustedes (tan acostumbrados a evadir faldas que se les avientan). No. Si me atreviera a extender tan solo un poquito el brazo, si la yema de los dedos alcanzara a tocarle, como pompa de jabón ¡kaput! ... y no quiero.

Quiero pegar la carrera y dejarlos atrás. Con su belleza insoportable, sus hijos felices y sus señoras esposas. Quiero borrarlos del mapa. Borrarlos e irme lejos...

...con ella



01 diciembre 2012

Manjar



Hoy fue el cumpleaños de mi tía B., la que me compuso una canción cuando era niña. Y fue un gran fiestón: cumplió 60 años y los festejó en grande. Entonces me puse aquél vestido negro de rayas blancas, largo, largo. Y como, cuando le cortaron la bastilla me lo midieron con zapatos de tacón, busqué unos... y los únicos con los que puedo bailar y que son lo suficientemente altos son los tacones rojos. 

Y ahí anduve, con mis tacones rojos, pensando en ti. Le enseñé tu foto a mis primos a quienes tuve que explicarles que eras un amor platónico e imposible pero que vieran que qué bonita sonrisa. Y en más de una ocasión me di cuenta de que no les estaba poniendo atención a lo que me contaban porque, con todo lo que de improbable tenía, me imaginaba que entrabas de repente, y que te sacaba a bailar, y que platicábamos y que... bueno, tenía que platicar con mis primos: toda fantasía era censurada en el momento justo. 

Llego a la casa y me miro en el espejo. ¡Pero qué desperdiciada estoy! pienso. Me gusta la imagen del reflejo. Claro, todo es obra y arte del diseño: largas líneas blancas en un negro vestido inventan una silueta que, quizás, no existe. Los tacones me aumentan 12 centímetros y me alargan más de la cuenta.  Me sigo mirando: dos gruesas líneas al rededor de cada ojo, un poco de rimel y los labios rojos... y más mentiras sobre mi rostro: el maquillaje mágico que cubre las imperfecciones que, en el caso de mi rostro, son muchas. 

Vestida de teatro, puesta la máscara en el cuerpo siento como si me la hubiera untado en el alma. Y me visto así porque quiero mucho a mi tía y su fiesta se me hace importantísima. Pero me visto como si fuera a verte a ti, a encontrarte por casualidad, enfundada en 12 centímetros más que me acercan a tu preciosísima boca. Y mis pies se disfrazan como para acercarme tus ojos al enorme moño rojo de los zapatitos. Pero qué desperdicio pienso mientras me miro en el espejo. 

Y miro el vestido que es dos piezas. La exterior, transparente y, dentro, un fondo negro y liso. Y ya no quiero mirarme porque, mientras me quito los zapatos, las medias y el vestido, me siento como un manjar dejado a las moscas en medio de un banquete donde ningún convidado quiso venir. Y, luego, saco la pijama de franela, que me regaló mamá, porque hace frío.

Es roja, con renos enormes pintados por todos lados. Y fue la que más me gustó de todas: un uniforme de trabajo, porque paso las noches en vela frente a la pantalla, o jugando con los gatitos. Y me acuerdo que mi mamá me llevó a la tienda por mi pijama, y yo veía esos lindos camisones de satín, con bordados y que hacen juego con primorosas batas. Y luego se me antojaban pero yo pensaba ¿y para qué? ¿y para quién? y mejor la pijama capaz de vencer el frío... con renos enormes. 

Pero tardo en ponerme la pijama. Hoy todavía no hace tanto frío. Me vuelvo a poner los zapatos y me acuesto sobre la cama. Cierro los ojos y pienso en tí. 

***
El café ya está hecho. Mañana llega temprano mi mamá y, ratito después, mi papá que vino de visita y quiere comer conmigo y con mi hermano. Así que tengo que terminar este asunto ahorita en la noche, si quiero que quede bien cuadrada. Quiero meter una discusión con el artículo del asesor... quien me mandó las correcciones y, supuso, hay mucho más que corregir pero él no alcanzó a verlo. Y hace falta traducir todavía un montón de textitos... hay todavía un duro e intenso trabajo por hacer. Suspiro, casi bufo, como los gatos. 

En eso llega el vecino y ve a los gatos que salen y entran por la puerta. Me hace plática y, después, me invita a su casa. Declino amablemente: no es que sea impropio o sean más de las tres de la mañana, o que me haya dado cuenta de que venía un poquitín tomado. No, le digo la verdad, tengo mucho trabajo y no tengo un minuto libre (y a la Divinísima Fortuna y a las cautelas naturales agradezco que no haya llegado hace una hora, cuando me sentía fruto desperdiciándose absurdamente).